Cierto día, un gurú de la ciudad india de Madrás tuvo una visión de cómo sería su siguiente vida. Entonces, llamó a su discípula preferida y le preguntó qué estaría dispuesto a hacer por su gurú a cambio de todas las cosas que había recibido de él. Su discípula contestó que haría cualquier cosa que le pidiera.
Al escuchar esta promesa, el gurú dijo:
-Acabo de enterarme de que cuando muera renaceré en el cuerpo de un cerdo… ¿Ves aquella cerda que está comiendo basura en la calle? Pues seré la cuarta cría de su próxima camada. Te será fácil reconocerme porque llevaré una pequeña señal en la frente. Cuando la cerda haya parido, identifica a esa cría y sacrifícala de una cuchillada. Así seré liberado de tener que vivir como un cerdo. ¿Harás eso por mí?
Muy triste por aquellas palabras, la discípula aseguró sin embargo que cumpliría su promesa.
El gurú falleció poco tiempo después. Y la cerda parió cuatro cerditos. Un día, la discípula afiló un cuchillo y reconoció al cuarto cerdo, que tenía una señal en la frente. Estaba a punto de degollarlo, cuando el cerdito chilló:
-¡Detente! ¡Para! ¡No me mates!
Antes de que la discípula se hubiese recobrado del susto de oír hablar a aquel animal con voz humana, el pequeño cerdo dijo:
-No me mates, mujer, que quiero llevar la vida de un cerdo. Cuando te pedí que me mataras, no sabía cómo era la vida de los cerdos. Es maravillosa. Así que suéltame…
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