Los estudios sobre el aprendizaje de las formas narrativas como una vía de acceso a la experiencia lingüística, incrementaron su importancia durante los últimos años.
Ahora se sabe, por ejemplo, que ya a los dos años de edad el setenta por ciento de los niños usa algún recurso de convención literaria cuando explican una historia: fórmulas de inicio y remate, el imperfecto como forma verbal, las relaciones causa-efecto durante las secuencias narrativas, etc.
Estos estudios también establecen que la adquisición del esquema narrativo se produce en los cuatro o cinco primeros años de vida. Así, a los cinco años los niños en sus historias utilizan personajes convencionales, y un año después ya dominan muchas de las connotaciones que esos personajes tienen en sus culturas.
Los cuentos populares, los cuentos maravillosos o de encantamiento, contribuyen en gran medida al desarrollo del aprendizaje infantil. Los niños, en un primer momento, reconocen una estructura sencilla y constante (el esquema narrativo) que les permite la clasificación de las situaciones y la tipificación de los personajes, pero también les facilita la comprensión de su lengua y la ampliación de su vocabulario.
Pero el domino del lenguaje se reduce cuando se empobrecen nuestras relaciones con el entorno y con la antigua cultura de nuestros lugares (Gabriel Janer Manila). Por eso, es necesario recuperar los cuentos populares como instrumento de aprendizaje. Porque por medio de esa relación, también lingüística, el niño descubre el universo simbólico de su comunidad y recibe, al mismo tiempo, toda la experiencia acumulada en esos relatos.
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