Sólo después de reconocida una ley se puede hablar de justicia y de injusticia. A partir de ese hecho, las pruebas siempre deben pesar más en la balanza de la justicia que cualquier elocuente discurso. Pero hay que tener en cuenta, como dijo Hans M. Enzensberger, que una causa justa, toda causa justa, se convierte en injusta en el mismo momento en que decidimos llevarla hasta sus últimas consecuencias. Porque alguno, cuando pide justicia, realmente lo que quiere es que le den la razón…
Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le había revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.
Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.
Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron:
-Cayó del cielo.
Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó:
-Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.
WU CH’ENG-EN (s. XVI)
Adaptación:
Jorge Luis Borges
Adolfo Bioy Casares
2 comentarios:
Pequeña joya que parece también soñada. Encantada de descubrir tu blog. Saludos
También ha sido un descubrimiento para mí saber de ti. Te visitaré para seguir descubriendo. Gracias por tu comentario...
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