Hace un tiempo mi amigo Ismaíl estuvo en Barcelona, donde fue invitado. Allí conoció a Marta Mata, la gran maestra y pedagoga, y según me contaron después entablaron una agradable conversación. A pesar de que este detalle es un poco confuso, sí es cierto que, además, coincidió con César Coll, Artur Noguerol y Jaume Trilla, entre otros personajes. A él todos le parecieron demasiado grandes, aunque muy buena gente. Y siempre agradeció la amabilidad de sus palabras.
En un libro publicado en aquella ciudad, Ismaíl descubrió una historia que le gustó nada más leerla. Tenía un lejano origen turco, y tal vez por eso le trajo algunos recuerdos. Decía así…
Había un gnomo minúsculo que, cuando retumbaban los truenos en las tormentas, se tumbaba en el suelo y levantaba sus pequeñas piernas hacia el cielo.
-¿Por qué haces eso? –le preguntó una vez un zorro parlante.
-Para proteger a la tierra, que contiene muchísimos seres vivos! –contestó el gnomo-. Si, por cualquier desgracia, el cielo cayese de repente, ¿te das cuenta de lo que ocurriría? Por eso levanto mis piernas, para sostenerlo.
-¿Con tus debiluchas piernecitas quieres sostener el inmenso cielo? –preguntó, mientras sonreía, el zorro parlanchín.
-Aquí cada uno tiene su cielo y sus propios sueños –dijo el gnomo-. Vete, tonto, que tú no lo puedes entender…
2 comentarios:
Muy sabio el cuento. Cada uno debe sostener sus sueños para que no caigan. Un abrazo
Es cierto, hada... Si a otros dioses les tocó sostener a nuestro mundo, alguien debe encargarse de los sueños para que no huyan y nos dejen a la intemperie.
Saludos :-)
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